Día 117: paños fríos.

Informe realizado por el editorial El Reporte

Fuente: Editorial El Reporte

La reunión del Consejo de Estado –que convo­ca a los más altos representantes de todos los poderes del Estado- que se celebró ayer en Pa­lacio de Gobierno tuvo el mismo resultado que el que aquí –y en varios otros medios– se inter­pretó del último mensaje del presidente Vizca­rra: paños fríos. La conclusión a la que arribó el Consejo, en palabras dadas a la prensa por varios de sus participantes, fue la de emitir un mensaje de calma y de reflexión con respecto a la celeridad con la que el congreso preten­de modificar la Constitución en el extremo de quitar la inmunidad o el antejuicio político a las más altas autoridades del gobierno. La pelota, como decíamos ayer, queda ya en la cancha de congreso. Pero el pase ya no viene solo del poder ejecutivo, sino de todo el Estado perua­no. Y en un momento en donde lo último que la ciudadanía necesita es tensión y un gobierno desalineado frente a la crisis que nos agobia.

Drásticas medidas

Es imposible, por más que se tengan las mejores intenciones, que se puedan diseñar políticas sanitarias para contener el virus y -desprendiéndose de las primeras-políticas públicas para reactivar la Economía si es que no tenemos un diagnóstico claro del estado de la cuestión.

En declaraciones del señor ministro del Interior para la edición de hoy de Diario Gestión se­ñala que, en el caso de un repun­te en el índice de contagios, se aplicarían más drásti­cas medidas que en los primeros 100 días de la emergencia na­cional. Por la manera en cómo se leen las declaracio­nes interpretamos que es una decisión que ha sido discutida en el Consejo de Ministros. Y nos preocupa sobremanera. Porque lo drás­ticas que fueron las medidas en los primeros 100 días tiene directamente que ver con lo que hoy sucede en el país. Es decir: hay una correlación -que debe ser investigada y deta­llada– entre los yerros evidentes del manejo sanitario y económico de la crisis en su pri­mera etapa y el lugar -ciertamente triste- en el que hoy nos encontramos. Pero no es solo eso lo que nos preocupa: ¿cómo podrá el Es­tado avizorar la llegada de este “repunte”?

En El Reporte hemos repetido hasta el can­sancio el inmenso problema que genera la fal­ta de información fidedigna sobre el avance y la penetración del virus en nuestra población y su esparcimiento en nuestro territorio. Hemos señalado que se están usando pruebas rápidas de la peor calidad que arrojan un al­tísimo número de falsos resultados (positivos y ne­gativos), hemos puesto luz sobre el hecho de que las cifras diarias que el Ministerio de Salud pública son significa­tivamente inferio­res que las que cada Gobierno Regional pública de manera oficial también. Y ade­más hemos ya expuesto el deli­cadísimo asunto (jamás abordado por el po­der ejecutivo) del exceso de muertes que el Sistema Nacional de Defunciones registra en contraste con la cifra oficial de decesos que el Estado peruano pública. El problema aquí es de fondo y no de forma.

Es imposible, por más que se tengan las me­jores intenciones, que se puedan diseñar políticas sanitarias para contener el virus y –desprendiéndose de las primeras- políticas públicas para reactivar la Economía si es que no tenemos un diagnóstico claro del estado de la cuestión. No se trata de ser más o me­nos drásticos. Se trata de hacer un análisis previo al diseño de las políticas que permita una aproximación efectiva. Además: ¿qué más drástico, semánticamente, podría ser que obligar a la población a quedarse dentro de sus casas? Aquí no dudamos de la buena intención del ministro del Interior. Pero para que él -y otros miembros del ejecutivo- pue­dan hacer el dificilísimo trabajo que se les ha encargado tienen que conocer el enemigo con el que se enfrentan y, hasta el momento, nadie tiene esa información clara. Tremenda negligencia.

El talón de Aquiles –nos aventuramos a decir-en la lucha sanitaria en contra del CoVid-19 -que, hasta ahora, ha sido desastrosa para el Perú (y peor aún para los peruanos) ha sido la mala información previa. Si tomamos presta­do conocimiento de la Economía, entendere­mos que la información perfecta para la toma de decisiones es una ficción, pues la dinámi­ca de la toma de decisiones de los individuos hace estructuralmente impredecible calcular las ponderaciones futuras; sin embargo, una cosa es operar con información imperfecta y otra es operar a ciegas. Hoy el Perú está combatiendo contra una pandemia a ciegas. Es fundamental que en las próximas sema­nas demos el paso a que la información con la que se decide sea imperfecta, pero exis­tente. Allí empezaremos a tener una posibili­dad real de contener la pandemia y vencer en esta lucha.

La narcofilantropía mexicana

Así, los ejércitos de sicarios se han convertido -en este hiato que es la pandemia-en un eficiente equipo de ayuda humanitaria a los más necesitados. Las bolsas en las que entregan los completos paquetes de ayuda llegan con una imagen del “Chapo”.

Narcofilantropía. Es el término que expertos en seguridad han acuñado para explicar -en un excelente reportaje de la BBC de Londres-lo que viene sucediendo en la zona Norte de la amplia geografía mexicana. El ejemplo que se utiliza, como una micro realidad de un macro contexto, es el comportamiento del poderoso Cartel de Sinaloa -conducido, según se sos­pecha, todavía por Joaquín “El Chapo” Guz­mán desde prisión en los Estados Unidos. Lo que está sucediendo es que la pandemia está golpeando a las zonas pobres de México con especial ímpetu (basta con revisar las cifras del país). Así, el narcotráfico está aprovechan­do la oportunidad para hacerse de la simpa­tía de la población repartiendo canastas con víveres y elementos de subsistencia básica de forma sistemática a poblaciones ente­ras. El Cartel de Si­naloa está reempla­zando, literalmente, al Estado mexicano en las zonas fronteri­zas con los Estados Unidos. Ahora bien, esto -como también explica la BBC- no es una casualidad.

El índice de muertos por la violencia que el tráfico de drogas desata a escalado muchísimo desde el inicio de la pandemia. Y es que las zonas a través de las cuáles se puede penetrar el territorio estadounidense llevando drogas que viajan desde el Perú, Bolivia, Brasil y Co­lombia (cocaína, básicamente) hasta México y también las drogas que ya en México se producen desde hace tiempo (heroína y dro­gas sintéticas) se ha ampliado. Esta expan­sión en las zonas de ilegal ingreso al merca­do de compra de estupefacientes más grande del mundo ha desatado una lucha sin cuartel entre los carteles que pretenden hacerse de mayores territorios. Y estos han comprendi­do que quien tenga a la población de su lado tendrá una inmensa ventaja contra los demás carteles y contra el propio Estado mexicano, pues los trabajos de inteligencia, vigilancia y allanamiento se hacen muchísimo más com­plejos cuando la población que habita en los cascos urbanos en cuestión está del lado del enemigo.

Así, los ejércitos de sicarios se han conver­tido -en este hiato que es la pandemia- en un eficiente equipo de ayuda humanitaria a los más necesitados. Las bolsas en las que entregan los completos paquetes de ayuda llegan con una imagen del “Chapo” impresa y con un discurso que pretende ablandar a la gente señalando que el narco hace lo que el Estado no. El éxito de la perversa estrate­gia ya se empieza a sentir, pues no solo ha incrementado el espacio de zonas aliadas a los diferentes carteles mexicanos, sino que ha crecido el vínculo entre los ciudadanos y los delincuentes. Si tenemos en cuenta que el negocio de los carteles consiste, principal­mente en controlar las rutas de acceso a los Estados Unidos (llevando droga) y de ingreso desde ese país de vuelta a México (trayendo armas), las voces de alarma de los expertos en seguridad mexicanos e internacionales ya están en su punto más crítico. Se reclama que el gobierno haga lo que debe hacer para evi­tar que esta estrategia de invertir millones de narcodólares en ayuda humanitaria plantee lo que parece ya inevitable: un nuevo esce­nario -post pandemia- con la población de las zonas sensibles para la lucha contra el tráfico de drogas del lado de los traficantes. Menudo problema.

 IPE confía en rebote

El Instituto Peruano de Economía (IPE) con­fía en que el crecimiento económico del país vuelva con vigor en el 2021, sin embargo, Diego Macera -Gerente de la institución- se­ñala que para que esto suceda debe contro­larse la pandemia. Es una premisa bastante complicada y difícil de predecir. Los estudios del IPE tienen estribo en data confiable y su análisis es pulcro, la cuestión está en saber si el gobierno podrá cumplir con lo que le co­rresponde para que el sector privado pueda hacer lo suyo.

La delincuencia en aumento

La delincuencia común está en aumento. Cada vez son más las denuncias de robos a mano armada en distintas modalidades que se difunden a través de las redes sociales y de los medios de comunicación nacionales y regionales en todo el territorio nacional. Es necesario que la policía, que viene cumplien­do un rol heroico en la primera línea de com­bate contra el virus, no descuide este asunto fundamental porque el hampa no deja espa­cios sin ocupar.

Gastronomía en crisis

 Nuestra industria gastronómica, buque insig­nia de la identidad nacional en los años re­cientes atraviesa una de sus más profundas crisis. Entre el estado de emergencia, la re­ducción en los aforos y el toque de queda la demanda se ha visto significativamente redu­cida. Son muchísimos los restaurantes que ya no están pudiendo asumir sus costos fijos y que están cerrando. Habría que tener una aproximación al particular negocio -y también al turismo- desde el programa Reactiva. Hay formas de darle bríos en crisis: se está ha­ciendo en varios países.

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